martes, 20 de diciembre de 2011

lunes, 3 de octubre de 2011

Otra flor amarilla



Fue tal como comer una frambuesa dulcificada lentamente en el refrigerador, una sensación fresca y dulce que se desvanece con la frustración que dejan las pequeñas semillas cuando se atoran entre las muelas. Una gran incomodidad. Así fue una de las últimas veces que la vi, hundida en una congoja parcialmente injustificada que se disfrazaba de sillón negro.




Me enamoré de un recuerdo mezclado con ilusión, una quimera que se vuelve musa.




Aún no me cortaba el cabello, aún podía hacerme dos trenzas largas que caían sobre mis hombros, aún llegaba con tiempo a los conciertos. Esta vez, ese reverendo irreverente presentaba Vinagre y Rosas en la ciudad, yo no pude faltar. Al segundo trago de líquido frío en el lobby de piso helado y negro pude ver, envuelta en pláticas y asombros a esa mujer de tantas letras y tanto sabor. Era muy difícil no ver aquella mancha amarilla en un fondo negro, una mujer de piel canela y cabello corto que volteaba intentando encontrar algo o alguien. Una mirada perdida en esa encantadora luz amarilla de ojos profundos y acento extranjero. El planeta dejó de girar.




El mate que se cae en la duela oscura y toca las fibras del tapete, olor a libro cortazariano, a tinta china y a perfume de mujeres.




Yo iba acompañada, pero a partir de ese momento, todas las canciones las canté para ella. Cada suspiro y respiro eran para ella, porque el amor de mi vida estaba en algún asiento de ese auditorio, escuchando esas letras. No importa que no pensara en mí, yo sí en ella y eso basta. Basta para darme un fin de semana luminoso, para tener a alguien a quien no debo defraudar, alguien por quien luchar.




Un departamento en el centro con cortinas de encaje y picaportes de porcelana, un estudio blanco y una gran biblioteca.




Terminó con aplausos y semillas de frambuesa, los tacones ya me hacían doler los talones y no la vi más. La extraño, como no. Ansío encontrarla en Las Diligencias, pedir té de almendras con leche y verla en la mesa de al lado, saludarla en la calle, recordarla y pensarla una y otra vez y de nuevo.

martes, 19 de julio de 2011

Guías de Banqueta I

Mi propósito era escribir algo que me saliera del corazón, muchos temas pasaron por mi mente pero solo uno puede ser tan amado y valorado por mí como para darle un lugar en mi ventrículo superior derecho. Yo me confieso como gourmet de banqueta, eufemismo necesario para encubrir mi pecado ante mamá que ha cocinado una fantástica sopa de hongos, y tras esa confesión se esconde un profundo amor a la cultura mexicana y por supuesto a la comida.

El recorrido empieza donde todo debió comenzar: en la fe; y termina en una deformación extraña de ella, es decir, en las fiestas patronales. Perdono algunos de los crímenes de la Iglesia Católica porque gracias a esta institución podemos disfrutar de una feria o celebración casi todos los días del año. Para muestra basta ir a Tlaxcala cualquier domingo que se le ocurra, siempre encontrará una calle cerrada con manteados amarillos y azules que se acompañan del olor a mole o a carnitas. Si corre con mucha suerte también podrá treparse a la placita de toros armada para ver algún pequeñajo que muere en manos de un Ilustre Desconocido, triunfador en San Pablo de las Miserias y quien quita, quizás hasta le inviten al mole. Yo he dejado la Agenda Molera de lado, me di cuenta que no es necesario gastar tanto dinero para llevarse un buen chasco taurino y de paso comer mole. He optado por seguir el santoral dentro de mi ciudad.

Hay dos fiestas que ofrecen cumplir cualquier antojo, Corpus Cristi y La Fiesta del Carmen. La primera se instala en el Parián y para mí, que “viví” tres años en la calle paralela, el jueves de Corpus era una parada obligada. Este año se me fueron un poco las fechas y cuando me dí cuenta que venía la festividad era porque ya estábamos en jueves de Corpus. Me cambiaron un poco los planes, pues tuve que decidir entre una orden de chalupas y un helado con mis hermanos. Pedí paleta de piña con alfalfa.

Guía para disfrutar las chalupas el Jueves de Corpus:

Primero debe asegurarse de que las chalupas sean lo que más se le antoja, de lo contrario terminará comiendo tacos al pastor, hot cakes y tepache sin esperarlo. Sea fuerte, resista a la tentación y espere mis próximas guías. En segundo lugar, recuerde que son tres calles enteras de puestos, lo que se traduce en aproximadamente 8 puestos de chalupas, entre los que deberá elegir como sigue:

  • · Cantidad no es calidad, no se deje engañar por el puesto con más chalupas en el comal.
  • · Huela las salsas desde lejos, el secreto de una chalupa sabrosa está en la calidad de la salsa.
  • · Vea el comal, no debe estar ennegrecido.
  • · Observe las uñas de la chalupera, no queremos infecciones gastrointestinales.
  • · Evalúe las expresiones de los clientes, si les gusta es más probable que a usted también.
  • · Por último, asegúrese de que las chalupas se doren en la manteca. No es lo mismo cocerse en grasa caliente que remojarse en grasa fría.

Ahora bien, pregunte el precio, tome asiento, pida su orden y encomiéndese con quien desee para que el crimen no se refleje en su conteo de triglicéridos y de colesterol. Si tiene sed, el maridaje perfecto es un Barrilito de durazno o de piña.

El barrio de El Carmen me sabe a familia. Puede ser la tradición que me llega desde papá o porque es un bello lugar para caminar acompañada. A diferencia de las primeras calles del centro, que me gustan para disfrutarlas acompañada solo de un café del OXXO y un libro nuevo. Ahí entra el suspiro.

Guía para probar todo lo que quiera un 16 de junio (sin morir de hiperglucemia)

  • · La mejor estrategia es acompañarse de algún amigo sin vergüenza y con mucho dinero.
  • · Siempre es mejor recorrer todos los puestos antes de decidir en cuales va a comer.
  • · Haga una lista mental de lo que se le antoja, evalúe los puestos que venden eso y compare calidad del producto, precio e higiene –pero no se ponga fresa con este último punto-.
  • · Decida qué y en cuales puestos comerá, diseñe un recorrido en el que el tiro con rifle quede justo a la mitad como una parada para el esparcimiento.
  • · Es una buena idea compartir lo más posible, así todos prueban lo que se les antoja y no se atenta contra su capacidad gástrica.
  • · Tenga mucho cuidado con los hot cakes y los plátanos fritos, cuando le pregunten: ¿con todo, joven? Deténgase a preguntar: ¿qué es todo?, porque ese todo es más o menos esto: mermelada, leche condensada –o lechera-, granillo de “chocolate”, galletas marías y en extraordinarias ocasiones un bombón cubierto con jarabe de chocolate. Mejor absténgase.
  • · Tome en cuenta los precios; como buenos mexicanos, el precio de feria es aproximadamente el doble del precio justo. Está bien que estamos de fiesta, pero que no abusen.
  • · Evite comer cosas que puede encontrar cualquier día del año en cualquier otro lugar.

Después de esto, evite los carbohidratos y las carnes rojas por unos tres días.

Espero que mis consejos les sirvan, queridos lectores. Ser gourmet de banqueta no es un pecado ni una sentencia a muerte, solo hay que tener ciertas precauciones y una panza de burro.

Recuerden: la comida de mamá nunca sabrá como la que compramos en la calle, pero está hecha con cariño y unas manos limpias.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Arquitectura y los sentidos

Conocemos el mundo a través de las sensaciones que llegan al cerebro a través de los sentidos, con esas experiencias construimos un mundo conocido y nuestro. Los ojos de la piel es un texto crítico que analiza el papel de los sentidos para percibir la arquitectura, y juzga algunas obras a través de la percepción sensorial. La tesis que plantea Juhani Pallasmaa es que en los últimos años la vista ha venido a dominar los canales por los que recibimos información y que esta hegemonía se traduce en edificaciones planeadas para deleitar únicamente al ojo.

Desde la Grecia clásica se le dio un papel dominante al sentido de la vista porque la información que recaba parece sr más aproximada a la realidad que lo que ofrecen los demás sentidos, incluso el oído. Con la invasión tecnológica el ojo recibió aún más atención, arraigando a los demás sentidos, que solo se manifiestan en ocasiones escasas. El tacto, el gusto y el olfato nos acercan a nuestra naturaleza animal y para seguir con el ideal de racionalidad y civilización, todas sus manifestaciones se han reprimido. El contacto físico entre individuos se vuelve tabú en una sociedad donde el espacio vital es importante, e invadirlo constituye una falta a los códigos de comportamiento. De esta manera, se le quita al ser humano de nuestra era, la oportunidad de conocer el mundo de manera integral, por razones higiénicas o sociales. Las caricias son importantes para estrechar los vínculos, desde el primer contacto con otro ser humano establecido entre una madre y su hijo - mother is the first other-; hasta el acto sexual. Michel Foucault en su trabajo titulado La Historia de la Sexualidad critica a la sociedad por reprimir el erotismo, extirpando una parte de la naturaleza humana y esto es solo una muestra de la manipulación social sobre la obtención de experiencias y el desarrollo de un conocimiento del mundo.

El ocularcentrismo nos empuja hacia puntos distantes, promueve el aislamiento y evita una percepción global e íntegra del entorno mediante las sensaciones. Heidegger sostiene que muchos de los proyectos arquitectónicos en las últimas dos décadas han sido vanagloriados por las imágenes que distribuye masivamente la prensa y que expresan narcisismo y nihilismo; contribuyen a bloquear las relaciones interpersonales. Para lograr un impacto masivo, la arquitectura se ha ocupado más de lo visual para llegar al “público”, descuidando aspectos de importancia, mismos que constituyeron el origen de las edificaciones: el espacio que ocupa el hombre y en el cual se desarrolla. Se ha puesto al confort en un estrato inferior para darle lugar a la estética visual y al funcionalismo. La arquitectura ha fijado su razón de ser -raison d’être y raison d’état- en mostrar su mejor ángulo para una cámara digital; la naturaleza volumétrica y tectónica de un edificio se ha rendido ante la fotografía y su mundo plano.

La sociedad virtual exige imágenes del mundo para hacer creíble la fantasía en la que nos sumerge, la fotografía ofrece un punto de vista estéril y único, “nos persuade de que el mundo es más accesible de lo que en verdad es” y aunque sirva para enterarnos de las características básicas de algo –no solo arquitectura- no conoceremos tal objeto o lugar hasta experimentar la atmósfera que nos proporciona; su temperatura, clima, luz, textura háptica, el olor y El Todo que se forma al juntar la información recopilada por esos cinco –o más- canales.

Es a través de la experiencia que podemos crear las ideas para concebir al mundo. Absorbemos recuerdos –los aprehendemos- y con ellos definimos lo que nos rodea, inconscientemente hacemos comparaciones mentales de nuestras experiencias previas con lo que vivimos en determinado momento. Así es como la ciudad puede existir solo porque alguien la percibe, ella está cuando puede ser acariciada visual y táctilmente, cuando emite sonidos y olores que pueden ser decodificados y vinculados a recuerdos de otros lugares y otras historias, otros tiempos.

Como respuesta a los caprichos de una sociedad de vigilancia y represión, se ha recreado la luminosidad en los espacios públicos., los deslumbrantes blancos y la transparencia del vidrio nos crean la ilusión de interactuar con otros. Sin embargo, esa interacción superflua y estéril –literalmente- limitada a transacciones y trámites, en realidad aísla y crea barreras. Mientras la penumbra promueve la imaginación y el encuentro del individuo consigo mismo, la luz bloquea la introspección y es por eso que en los interrogatorios se intimida al acusado con una luz aguda que incomoda y limita el procesamiento de ideas.

La hegemonía del ojo no solo ha desplazado a los sentidos más íntimos, también ha desplazado al oído, a quien también le ha quitado su lugar dominante en la epistemología. Infiero que estos cambios en la jerarquía sensorial se deben, además, al surgimiento y divulgación de la teoría de las inteligencias múltiples de Howard Gardner, a partir de la que surge otra lucha entre la inteligencia visual y auditiva por establecerse en el dominio de la enseñanza.

El sonido, constituye la trama, la urdimbre o ambas, de las experiencias sensoriales, pues no solo es recibido, también se emite y trasciende omnidireccionalmente, dando continuidad a los hechos. Cuando la tradición oral era la manera más eficaz de comunicación, el oído tenía gran importancia. Poco a poco, con el surgimiento de la escritura –medio visual de comunicación-, se libraron dificultades del lenguaje oral y se logró la masificación de la información a un primer nivel y básico. A través de los sonidos podemos percibir la vacuidad de un espacio o sentir la presencia de algo o alguien. Los materiales reflejan y absorben el sonido de maneras distintas, con esto podemos distinguir sus texturas, durezas y porosidades, e incluso explotar estas características. Durante el gótico, se alcanzó la mayor explotación de las cualidades reverberantes de la piedra y junto con la música –instrumental y vocal. Se le imprimió un sello tridimensional y sonoro a la arquitectura; se construyó con y para el sonido.

La arquitectura sirve, como toda obra de la expresión humana, a congelar un instante de la sociedad y a retratar su cultura en ese momento. En ocasiones, es la expresión de los cánones de belleza, una estética que se mantiene estática reflejada en vidrio, hormigón y acero, es una muestra de atemporalidad. Uno de los deseos humanos más arraigados es el de trascender en el tiempo, y las edificaciones retratan ese anhelo con la inmortalidad aparente que expresan. Buscamos materiales que no se desgasten ni envejezcan, materiales que mantengan lo más posible su estado original. Si viéramos al edificio –inerte- envejecer, nos aterraría darnos cuenta de lo efímero de nuestro estado, de nuestra vida y proyectamos ese temor en la arquitectura. Nuestro miedo a los rincones oscuros, al acumulamiento de polvo y a la erosión, nos quita además de la tranquilidad, la oportunidad de sentir una evolución a nuestro alrededor, sentir el paso del tiempo. Muros blancos inmaculados y superficies lisas y brillantes emiten el mensaje de “No me toques”, pues se deja una marca a la que seguirán muchas otras y se convertirán en una pátina que constituye la prueba del envejecimiento que nosotros no podemos desligar de la muerte, una cosa lleva a la otra. Tocar, oler y probar, son acciones transgresoras del orden higiénico e imperturbable en el que estamos envueltos, la arquitectura y el ser humano se divorcian y hacen su vida aparte.

martes, 15 de febrero de 2011

A Clockwork Orange

“A veces los sueños son lo único que nos diferencia de las máquinas.”
Dan Simmons, La Caída de Hyperion.

Usualmente relacionamos el género Ciencia Ficción con grandes avances tecnológicos y ambientes futuristas y eso es porque asumimos que la ciencia siempre es tecnología; sin embargo, psicología, antropología y filosofía también son ciencias y deberían tener esa importancia o quizás más porque hurgan hasta el fondo de lo más trascendental para la humidad: su psique. Meterse con esa parte del ser humano es audaz, pero quien logra descubrimientos e innovaciones está destinado a recibir el título de loco que se siente todopoderoso, más cuando se quiere moldear la mente para condicionar actitudes y respuestas que deberían ser voluntarias, no inducidas.

Anthony Burges, al escribir La Naranja Mecánica se vale de un entorno demacrado –cercano cyber punk- y de unos personajes sin escrúpulos para hacernos reflexionar sobre el papel que tiene el libre albedrío. Alex es un joven de 15 años que vive con –y de- sus padres en un edificio de apartamentos para la clase baja, pero él se puede permitir lujos, como la música, gracias a los ingresos obtenidos en delitos cometidos junto a sus tres drugos Georgie, Pete y El Lerdo. La historia indica que la violencia en que vive el grupo de amigos es consecuencia de la mala calidad de vida, la sobreprotección, de un sistema político rígido y de la falta de un líder moral. A pesar del dominio con el que trata a sus compañeros, la arrogancia y presuntuosidad que Burges le dio al personaje principal, ellos lo traicionan a manera de venganza. Como tarde o temprano pasaría llega a la cárcel, donde en lugar de reformarse para poder ser insertado nuevamente a la sociedad como un individuo calmo y ético, los reclusos se entrenan como personajes más eficaces y violentos a pesar de las intervenciones del guía espiritual y de las medidas correctivas. Una nueva idea de reforma en los sistemas carcelarios llega con el tratamiento Ludovico y Alex es el primer candidato a reformarse rápida y casi milagrosamente con él. En este tratamiento se recurre a la técnica del condicionamiento, derivado quizás del experimento de Pavlov, como una herramienta de inducción y control humano, algo que ya se ha visto en algunos otros libros de este género, como Brave New World de Aldous Huxley. El uso de estas técnicas de tratamiento psicológico quizás sea la respuesta al deseo de controlar a las masas de una manera eficaz y total, de plantar en las mentes una programación que los haga responder de maneras específicas a estímulos varios y así obtener individuos mecanizados, sin voluntad y que cumplan órdenes sin chistar. El problema es que “cuando un hombre no puede elegir, deja de ser hombre”, como dice uno de los personajes en esta historia, las personas sometidas al tratamiento Ludovico enfrentarán reacciones involuntarias y la capacidad de decidirse por el bien o el mal les será vedada. Quitarle la capacidad de decisión a un ser humano es retirarle también su individualidad, su mismidad, la libertad más pura y con esto reducirlo a la calidad de ser automático, mecánico, es decir, una máquina; tendremos una naranja mecánica.

Burges esconde algunas palabras relevantes para la historia en un dialecto llamado nadsat que combina palabras del ruso con algunas de otros orígenes y constituyen un argot hablado por los jóvenes de la novela. Desde mi punto de vista, el uso de este vocabulario es una manera de evitar las palabras reales y evadir su significado e impacto primordial para poder insertarse en un mundo de críticas y censuras. Las descripciones de los delitos son fuertes, aun usando el nadsat como eufemismo, y supongo que si las palabras comunes se hubieran usado en la redacción de esta obra, el impacto en el lector sería más grande. De cualquier manera, el vocabulario nadsat y las onomatopeyas enriquecen la construcción del entorno contenido en el libro, además le dan un reto al lector y lo mantienen entretenido por más canales, no solo el literario, también el lingüístico.

La música juega un papel importante en el relato, Burges nos regala una lista de piezas maestras de grandes compositores clásicos al hacerlas favoritas de su personaje principal. Lo que es más, Alex es un melómano y para su mala suerte, como parte no planeada –pero necesaria- del tratamiento Ludovico, las imágenes que lo constituyen están acompañadas de melodías de sus compositores favoritos, solo para mover más intensamente las emociones del paciente. Como consecuencia, el pobre termina por aborrecer la música y la ultraviolencia, ambos le hacen sentir igual de enfermo. Vemos cómo tanta maldad puede juntarse con la belleza musical en éxtasis, emociones de la misma magnitud y naturaleza.

La lectura de la primera de tres partes en que se divide el libro puede ser tormentosa por el vocabulario desconocido y las descripciones crudas, pero eso es necesario para adentrarse en la historia y comprender el trasfondo, lo que nos llevará a identificar los problemas de esa sociedad reflejados en el individuo. Las últimas dos partes son las que abordan los temas más profundos y que estudian la psicología del personaje, por lo tanto son para mí las más importantes y por lo que este libro llega a ocupar un lugar importante en la literatura. Por las conclusiones a las que llega Burges y su manera de hacérnoslas entender, es que su obra adquiere el valor de un estudio social, no solo de una simple novela de ficción. Aunque nunca logre separarse de su gemela fílmica, La Naranja Mecánica debe leerse por lo que esconde tras el significado inmediato de las palabras, comprenderse con un criterio amplio y sin prejuicios.