
Estaba en lo correcto, haber extraviado mi USB era la premonición de algo funesto, el suceso fatídico de la semana. Ahora atraviezo un maremoto mental que amenaza con perturbar la tranquilidad relativa en la que me encontraba desde que entré a la facultad. La vez pasada fue lo mismo, perdí mi memoria y horas después ví al fauno que bebe té de almendras con leche.
-No recuerdo dónde dejé la memoria-
Si tuviera un nudo al medio quizá sería más fácil buscarla en el desagüe al estilo Cortázar, o si tuviera sonido podría activarlo para que sonara a unos 12 kilómetros y nunca la escuchara, o muchas otras cosas, el problema es que no recuerdo dónde está mi memoria.
Con el tiempo olvidaré cómo me llamo, si me gusta el reggaeton o el duranguense, si prefiero el negro al blanco o cuántas cucharadas de azúcar le pongo al café si es que le pongo y si es que tomo café.
Dentro de poco ovidaré mi conraseña y dejaré de escribir, y ustedes serán felíces porque ya no deberán leerme.