lunes, 7 de junio de 2010

Filos



Cuchillo filetero $352.oo
Cuchillo para chef $565.00
Cuchillo para dehuesar $304.00
Cuchillo pastelero $318.00 con 20% de descuento. Está bueno, y con descuento pero... ¡no haré pastel de carne!
Total: $1475.40

No estuvo tan mal, pero para la próxima vez debo comprar un afilador. Quién pensaría que los tendones restan tanto filo a los cuchillos, aún cuando son Victorinox...

...también debo conseguirme una novia enfermera.

Dejó las bolsas de las compras en la mesa de roble ensamblada en Taiwan, sacó los cuchillos y empezó a comprobar su filo y poder contra el aire fresco que entraba por la ventana norte. Suishhhhh, swishhhhh y las moléculas de oxígeno, nitrógeno y algo de carbono abrían paso al acero mil veces templado, la sensación era placentera y por primera vez en veinte años se volvió a sentir un samurai. Pasó el filo del cuchillo de carne por la yema del dedo pulgar, la piel se abrió y la sangre vino con un pequeño ardor y remordimiento, la gotita roja chocó contra el vertedero de aluminio y se desintregó en cabellos rojos sobre el agua que chorreaba de la llave. Un espectáculo lento pero bellísimo. Ocho minutos después, cuando el dedo dejó de sangrar y las líneas de sangre parecían ya una película anaranjada sobre el metal, abrió el refrigerador y sacó el paquete que bajó del congelador la noche anterior para que descongelara, le quitó el plástico y acarició su piel, recordó la tibieza que tenía apenas hace dos días y recordó el aroma que despedía al correr entre los álamos. Acercó la carne a su cara e inspiró, hizo una pausa, inspiró de nuevo per nisiquiera su olfato podía detectar ese aroma dulce, solo encontró hielo de congelador y polietileno de baja densidad. Necesito música.

Siboney yo te quiero, yo me muero por tu amor...

Empezó a pelar con los nuevos cuchillos, levantaba las tiras de piel rosada con la facilidad de quien pela un pepino, de cualquier manera, el brazo conserva esa forma alargada y redonda, pero el gusto de la pulpa es más ferroso y dulce. Solo entonces se dio cuenta de cuánto echaba de menos las tardes de verano en el jardin comiendo pepinos con limón, sal y chilito, escuchando a Oscar Chávez y sientiendo el sol calentar sus pies. Ahora nada de eso podía regresar, ni el sol ni los alimentos diferentes a la carne y la sangre... humanas.




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