martes, 27 de marzo de 2007

Sólo un satélite


Su cuna fue ese manto oscuro, de seda un tiempor u de terciopelo el resto. Siempre se mantuvo pura, fría y blanca, pese a las guerras, explosiones y desastres que la rodearon. Luna le deacían todos, todos menos uno, que nunca le dijo por su nombre, pues no le gustaba su sonido tan fuerte en contraste con la dulzura y delicageza del ente que designaba; el Río prefería inventarle nombres, salvo contadas ocasiones en que le decía: vida mía.
Cuando ella estaba presente corría con más fuerza, arremetía contra las rocas prodciendo abanicos de pequeñas gotas que brillaban plateadas por efecto de la luz, y casi inconsiente alargaba sus dedos haciéndolos más finos tratando salvájemente de acariciar su tez blanca o de alizar su ondulada cabellera cual plata.
Aún con esto, ella, consieb¡nte de lo que ocurría miraba desde lejos, espectante, atenta y disfrutaba ver aquello que no comprendía. Pero no por ser tonta, no podía comprender el amor, pues e Sol poseía todo lo que en la Tierra estab, incluso lo sentimientos, el aere, el amer y el río le pertenecía; montañas selvas y praderas le rendían pleitecía.
Pero un simple satélite qué podía entender de esto, mucho menos participar. No le corresponde disfrutar de ello pesea quede noche, con el río, era feliz, se divertía. Y también sufría viendo a la distancia, en el día, al sol con sus rayos evaporando sus energías y su alma. extrajo tanto que dejó seco de espíritu y corazón al arroyo, se volvió hostil y arrogane, necio y soberbio. Ella sólo lo veía siguiendo sin comprender que pasaba con su mundo y lloró. Indiferente, el río la miró descalificando su drama e ignorando que él era el causante.
De tanto llorar se cansó y huyó entre la seda y el terciopelo nocturnos. Solo entonces, el de dedos finos sintió algo distinto: en sus venas corrían lágrimas de plata, lágrimas de olvido y coraje. Gritó. Gritó con las pocas fuerzas que le restaban, pero, muy tarde era ya.

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