lunes, 16 de junio de 2008

Mayo, junio y Julio

Dígamelo a mí, a mí mismo. Yo que conozco a todos los que vienen a misa los domingos, los mismos pobres diablos de siempre, los mismos doce desgraciados. Ella no es de aquí. Legaron las chismosas que andan comiendo gente las 5 horas que están despiertas o sobrias, que saben todo y me lo vienen a contar antes de que el pecador se confiese; la viuda también llegó, viuda a pesar de sus treinta y tantos, a pesar de sus siete maridos y a pesar de sus tobillos y piernas torneadas, cintura estrecha y todo lo demás tan bello que cualquiera podría morir de solo verla y no tenerla; el nouveau riche acompañando a su esposa, la gorda horrenda, pero eso sí, pudriéndose en dinero y tan reservados con las limosnas. Varias veces estaba él viendo a la viuda con ojos de te como, y la otra haciéndose la mensa y su no puedes porque te atragantas. Pero hasta el fondo, la joven se me hizo de fueras, ajena a todo y concentrada en sus oraciones. En la comunión vi sus llorosos e hinchados, con pestañas largas y negras, los labios gruesos y la piel más blanca de lo común por aquí, el cabello suelto en rizos. Ella no es del pueblo.

Parado frente a esta misma ventana, la del balcón que da al parque con laureles, llueve muchísimo. El ruido de los relámpagos me ha despertado del terrible sueño que vengo acarreando desde el domingo. Me veo acostado en una cama blanca, estrecha, con sábanas más blancas que las nubes o la espuma del mar, más blancas que la camisa que me diera la habuela hace dos años. Ahí estoy yo, recostado en el cuarto con azulejos blancos, sin ventanas pero iluminado a la perfección. Entran gentes, enfermeras, fotógrafos, médicos, amigos, entran, salen, entran, se quedan, entran otros, unos más no vuelven, es un caos. Salen todos. Ya las sábanas, llenas de sangre, solas, vacías de calor no cubren dada, yo no estoy. ¿He muerto y resucité para venir a pararme frente a la misma ventana?

El radio y los periódicos eran un manojo de exageraciones, información falsa y un río de especulaciones rebotado en la redacción, de boca en boca y cabeza en cabeza. El día del accidente una página entera en primera plana, salvo los que dedicaron un suplemento especial para la nota, con fotografías extravagantes y las 3 horas de radio, todas fueron languideciendo con el paso de los días. Diez palabras dedicadas al suceso desaparecieron con las primeras lluvias torrenciales del verano una semana después.

Llegué ayer buscando a mi hermano, me enteré del accidente en el semanario, no tuvieron la atención de mandarnos un telegrama, y tomé el primer tren para acá. No, aún no lo veo, ni siquiera se si sigue en el hospital o si ya está en un hotel o casa, no sé nada, He preguntado, pero nadie cree que seamos familia, asumen que soy otra interesada más que quiere vivir de él. Sí, tenemos los mismos ojos, mamá los tenía así, de papá no me acuerdo mucho, pero sí, los de mamá eran iguales. Pues no se cuanto tiempo me quede aquí, pero será hasta encontrarlo y saber que está bien. No, cuando se fue no dejó dirección donde encontrarlo y los telegramas no dicen de donde los han enviado. Julio, Julio Carmona y yo soy Dolores Carmona, para servirle. Gracias por la habitación, buscaré trabajo y le pagaré tan pronto pueda, muchísimas gracias por creerme. ¿Sabe de alguna iglesia cerca?

Aún me duelen las heridas, peor ese sueño me tiene más preocupado que la cicatriz en mi cara que creo no saldrá. Anochece, el reflejo del interior en la ventana se vuelve más nítido, ya puedo adivinar tus rizos negros contra tu piel dorada, tu respiración lenta y profunda, tus labios. Me pregunto qué sueñas, si es que alguien como tú todavía lo hace y me matan las ganas de estar en tus sueños, como un parásito chuparte la sangre para que una parte d tuya se quede en mí. La tela verde de las sábanas hacía ver más verdes tus ojos, creo que no te dije antes de que durmieras. Te amo, te amo aunque no te importe, te amo Antonio.

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