martes, 3 de junio de 2008

Te mataré con chololate


Perfectamente acomodados los utencilios en la mesa, las copas, las servilletas, los platos equilibrados uno sobre otro con majestuosidad; en ellos, un platillo de nombre raro del cual no tengo el más mínimo interés en acordarme. Lechuga con salsa de mostaza de un lado, strudel de puré de papa y tocino al otro, una porción de champignones en el espacio restante, todo acomodado bellamente y preparado lento. Jugar con la comida, describirla e imaginar historias sobre ella es preferible que poner atención a las caras largas de esos dos malditos seres que yacen sentados frente a mí, que solo pelean tontamente: uno habla demasiado, pero no escucha; el otro no habla y finge escuchar. Yo prefiero ahogarme en esos ríos metafísicos de sangre y adrenalina, envolverme en hojas de maple y cultivar mi alma de arándadnos y frambuesas, pensar en mariposas policromas que surcan los cielos lapizlázuli y vuelan hacia la luna de queso suizo. Campos de arena bermeja donde pasionarias rojas albergan frutos parecidos a murciélagos, que sólo beben coca-cola fría de las venas y tuberías de un gran sátiro moribundo. Las ninfas juegan con el orgullo de un fauno triste e insolente que bate los brazos y tira derrotes que abren heridas en las nubes oscuras, de donde mana jugo orgánico de manzanas moradas. El mar es de café expresso, cargado, oscuro y vaporizante... "un barquito, de cáscara de nuez, adornado con velas de papel, subiendo y bajando las olas..." choca contra contra un tépano de fruta caramelizada y explota en un torbellino de sensasiones, choca contra todo y lo funde, se desvanece... de nuevo platos y dos caras extrañas ante mí. Aún no salgo de esto, solo he sido despertada por un olor familiar, corre a mis espaldas, toma una silla, la arrastra lentamente y se sienta justo a la mesa de atrás. No volteo, sería una falta al código acudir al llamado del deseo carnal... Mesa de disección, el objeto del deseo postrado inmóvil y frío en la mesa de acero inoxidable, intrumentos a ambos lados de la mesa, cuchillos, bsturíes, escalpelos, agujas, frascos con formol listos para albergar los órganos importantes, pañuelos estériles y blancos. El especímen sigue vivo, sólo se han reducido sus funciones vitales lo suficiente como para realizar el estudio y la disección posterior mientras el corazón siga latiendo y los signos vitales monitorizados. Sólo después de comprobar hasta que grado es humano, procederé a finalizar la vida del ser; nada de disparos, ni inyecciones, ni golpes, ni arsénico, ni anticongelante. Símplemente una sobredosis de chocolate amargo, es alérgico a él. Quizás sea el remadio para mi mal de amores, acabar yo misma con el virus, ver su sngre derramada y asegurarme de que no vuelva a cometer crímenes, que deje de escribir maravillosamente, que deje su andar arrogante, que deje de amarme, aunque yo nunca lo deje de odiar.
- Pide la cuenta, nos vamos ya.

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